Las letras del teclado corrían solas por las avenidas de la máquina, y la almita quería vomitar desde sus adentros las ataduras de la razón. Esclava de la razón, almita se dejó levantar la falda y las ideas la invadieron sin permiso.
Almita sin corazón, empezó a ver la ironía en los cuentos, y el músculo se le hizo un órgano de fantasías sin explicación.
Buscando la explicación, almita dejó no veía alegorías en las prosopopeyas y se vio sumergida en su propia creación. Almita no entendía nada y no encontraba salida más que en el zón.