Diario de otros hippies

La de la familia uruguaya, el señor de las rastras y Fernando el brasilero

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:

Arte soy entre las artes,

En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños

De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

(José Martí)
Familia hippie uruguaya
En busca de imágenes para los blogs y para un trabajo facultoso salí un domingo de tarde como lo solía hacer antes. Empecé con imágenes que no decía mucho. 
Tres horas y un helado después estaba más bajoneada que nunca; me puse a reflexionar de cuando en un taller de fotografía en Córdoba, un fotógrafo destacado cubano nos explicó lo difícil que le era para él cazar fotos por estas tierras: no es nada fácil, la gente no le gusta dejarse fotografiar o tiene miedo; tal vez había perdido contacto con el mundo otra vez, no lograba cazar ni una. No encontraba historias, y sólo pensaba en técnicas, responsabilidades, y el Skype. 
Así que pase por los puestos hippies como por tercera vez, sin ánimos, bajé la mirada a un chico joven que me ofrecía aros. A su lado estaba una chica y un bebé, pensé que una imagen de la familia, sería perfecta, pero sabía que no me iba a ser nada fácil. Así que estuve con ellos un montón de tiempo. Me contaron que eran de Uruguay cerca de Punta del Este, muy orgullosos y después de gastarme lo que me hacía falta, les compre unos aros del cuero de niseque. Obtuve mi imagen, pero nada de lo que esperaba.
A dos pasos de ellos, estaba un señor que tenía a su alrededor un montón de colegialas curioseando por las chucherías que vendía y el arte que se manejaba. 
Había terminado de hacerle a una mujer una rastra perfecta a mano, él sólo y sin necesidad de quemarla. Les pregunté si podía fotografiarles, y sin inconvenientes tomé otro tanto.  Después tomé a algunas en solo a personas que tenían rasgos bien fuertes, un par me dijeron que estaban ahí solo de “estudiantes de hippies”. Mientras les agradecí el señor de las rastras me pidió que le dejé hacerme una de regalo, pero le dije que ya tuve y que no podía, y me insistió tanto que hasta me contó técnicas para hacérmela oculta. 
Dejándome ir, me preguntó cómo me llamaba se acerco me dio un abrazo y me dijo: seguí así nena! Seguí así! Estudia… pero no dejes el arte.

Mientras seguía caminando y pensando eso último que me dijo, me quedé un poco abrumada, definitivamente hay cosas que a veces uno no se las espera venir.




El señor  de las rastas

Y de pronto llegué. Estaba él. Un joven moreno de amplia sonrisa que mientras trabajaba alzó la mirada para atenderme. Le pedí permiso para sacarle fotos. Y me dijo que no había problema. Le dije que continuara con su trabajo como si nada. Me hizo perfectamente caso. Cuando terminé le pregunte si podía sacarle una foto de su rostro, un poco temerosa de que ya fuera mucho pedir. Sin embargo, él alzo sus manos y me dijo: “ay tengo mi pelo muy abultado”. Me reí tanto, y le saqué mi deseada foto. 
Me contó que se llama “Fernando”, es de Sao Paolo; es solitario y con un corazón muy brillante -se le nota en la sonrisa, en los ojos, en su mirada. Le gustan las cosas espirituales, y místicas, ahí mismo a su lado, tenía cartas y Santos regados por doquier. Le agradecí mucho después de que conversamos un montón. 
Y me dijo: "espera… me gustaría que te llevaras esto contigo, te va a dar mucha suerte, porque yo te deseo muchísima suerte, suerte en tus estudios sobre todo en todo."
Le dije tantas veces "enserio???!!!" emocionada que casi lloraba de la emoción, es que si tan sólo pudiera describir la alegría y el desprendimiento con que me obsequió su trabajo, no cabría en un par de letras.
Fernando
Regalo de Fernando

(Transmitiendo desde Misiones - Argentina)

2 comentarios:

Ana Malpica dijo...

Esos días de pillar fotos los extraño... te encuentras cada cosa y muchas sorpresas gratas, mira que sí!

Simone GM dijo...

sí, la verdad que así es!