Adiós



Hoy ayudé a una persona no-vidente a cruzar la calle. Al terminar diplomáticamente mi recorrido a su lado, le confirmé que el camino a su calle continuaba contrariando mi destino. El hombre, un señor mayor, me dijo si lo podría acompañar hasta la cuadra siguiente donde terminaría su viaje. Accedí pensando en las desgracias que el tiempo me juega y que el corazón mira con recelo cuestionando mis decisiones, y caminé junto a él, con mi mano enlazada con la suya, escuchando y replicando a la conversa banal con la que seguro estaba acostumbrado a interceptar a sus interlocutores. Finalmente llegamos a destino, cuando olfateó su puerta. Se despidió envolviendo sus brazos lánguidos a mi alrededor y apenas pude percibir entre sus palabras, las palabras de dicha y bendiciones que me regalaba al oído, tomó mi mano con delicadeza y la beso muchas veces picoteando sus palabras. Adiós.

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