Ella andaba así, con sus días contando horas y las puntas de los dedos gastadas. Los pasos a la universidad, un trabajo fantasmal, y la vida universitaria, del va y viene entre amigos, dosis largas de mateína y horas frente a la pantalla exprimiendo intelecto a base de diversificada rutinas de vida urbana que le llevaban de las cátedras hasta el pavimento; desde el comienzo de un festejo del cumpleaños de un Hippie brasilero en la peatonal, hasta el último de los minutos supo que con sencillas palabras debía grabar la aventura que no salía de largos caminos.
El fármaco de la marihuana le llegaba a la nariz con cada sílaba que salía de su boca, y Alejandro le contaba que con sus 26 años, había viajado por todo el país "vagando" siempre con su grupo de amigos los otros hippies, entre la droga y su arte que hacía desde que tenía sus 8 años. Se sabía de memoria las palabras claves de su vida, ella se pregunto cuantas veces habría contado su historia, que cierta o no, ya era suya.
Miró y hasta hizo un análisis de cada uno del grupo, vos sos el intelectual, vos sos la personaje, vos sos la social que se lleva con todos, y vos el (gesto de macho). Lo que Alejandro no sabía era que unos horas atrás ellos habían sido hechados de el único shopping de la ciudad
Su "caja fuerte", una bola de funda con algunas monedas, que amenazaba con ser coca pura, la pasaba de mano en mano, y tambaleaba en palabras mirando atrás a sus compañeros que no parecían ser tan colegas. Ella se preguntó cuanta soledad habría en su alma. Pero sonrío. Y le gustó de que su vida tuviera de todo.